miércoles, 9 de diciembre de 2015

Incertidumbre

A veces necesitamos tener muy clara la noción de cese e irrecuperabilidad para tomar la vida con más pasión.
O seriedad, se me ocurre.
Por lo menos yo lo necesito.

Del mar de mujeres que bendicen mi existencia con el tipo de belleza que me quita el pensamiento, cada una de ellas se vuelve -y lo escribo con toda la vergüenza- más humana.

Y no es que las cosifique (término cuya fonética, confieso, me causa bastante gracia) desde el principio. Por lo menos no conscientemente. Pero sí pasan de ser una memoria en el interior de mis párpados -una suerte de estampa de satisfacción contemplativa- a una persona de profundidad exquisita, a la que desde ya extraño y necesito. Pasan de ser una sonrisa magífica o unos hermosos ojos aquamarina a una intrincada colección de convicciones, pensamientos e ideas que de algún modo, necesito explorar, conocer y dejar que me nutran.

Ante la noticia repentina de un posible cambio de residencia, todo lo que define quién soy en éste momento, queda vulnerable a desaparecer tal como lo conozco. Todas ésas hostorias en mi mente, las cuales he venido esperando pacientemente, desaparecen antes de suceder.

Todo aquello en lo que estoy sumergido puede cambiar en un parpadeo, eliminándolo.

Y así, todas ésas visiones placenteras, se transforman en destinos inexplorados que urgen a ser descubiertos.

¿Qué será que sucederá?, ¿Qué será que haré?, ¿Qué será que vendrá como reacción?

¿Qué sería de mí sí... así sucediera?